lunes, 17 de septiembre de 2012

Internet y la lectura en Cuba

De la Biblia de Gutenberg a la fragmentación de la soledad

No recuerdo placer mayor que la soledad conseguida en el Instituto Preuniversitario en mis 16 años, en medio de un aula de 40 alumnos podía sumergirme, en los ratos nocturnos del autoestudio, en la lectura de una novela apasionante. El Instituto en el que estudié estaba signado por dos realidades muy contrastantes para el adolescente que fui: el hambre y las matemáticas; era un instituto especializado en Ciencias, con un rigor académico digno de una buena escuela europea y una alimentación mucho más que escasa. El año de 1992 sacudía de hambre a Cuba, en una crisis económica sin precedentes,[1] o quizás solo emulada por la Reconcentración[2] de Weyler en la Guerra del 95 contra España, y yo no tenía mejor forma de paliar esa hambre que la lectura, el consumo voraz de cientos de libros. El hambre, entonces y definitivamente, me salvó del hambre.
Esta evocación personal es la primera constatación que me provoca el artículo “Gutenberg recargado”[3] del profesor Patricio Bernedo, director del Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. El profesor Bernedo pone a dialogar a Gutenberg y su invento con la actualidad, a partir de las premisas que hicieron posible el triunfo de una iniciativa que en 50 años cambió radicalmente el panorama editorial con respecto a todo un milenio anterior. Desde las 140 Biblias en papel de Gutenberg en su imprenta y el revuelo que causaron, hasta el ebook, o libro electrónico, y sus bondades, Bernedo hace balance en pocas líneas del modo cultural con el que los lectores de ayer se enfrentaron al adelanto de la reproducción seriada: la satanización de la imprenta, que tuvo costos muy elevados en los planos religioso y político, la aseveración de la reducción de su valor artístico frente al libro de los copistas, la “democratización” del acto de la lectura que propició inmediatamente en toda Europa, la reducción de los precios, la expansión de los conocimientos y el florecimientos de las bibliotecas; para constatar finalmente, que una reacción en mucho parecida despierta su homólogo electrónico: Entre sus detractores, hay quienes se quejan de que no tenga olor ni textura, que no se puedan doblar sus páginas, e incluso que no sea posible utilizar marcadores especiales ni tampoco “guardar una flor entre sus páginas”. Como expresa un nostálgico lector en un blog: “Simplemente no es lo mismo”.
Más adelante señala: Otra de las “sospechas” hacia el libro electrónico apunta a que obedecería más a una imposición de los grandes consorcios como Amazon, Apple, Sony, Microsoft y Google, que a una demanda real del mercado […].[4]  Bernedo, en este interesante artículo, no oculta sus simpatías por el modelo electrónico y alaba los recursos digitales con que los comerciantes tratan de propiciar que el tránsito de la lectura de libros de papel a libros electrónicos sea lo menos traumático posible, que la experiencia de la lectura no genere ninguna “pérdida” para el lector.[5]
Dentro de este análisis, no debe soslayarse un aspecto muy significativo, y que me gustaría enfatizar, el profesor Bernedo constata que los libros electrónicos son el resultado, de alguna manera, de la necesidad de conectividad, y de la importancia que los teléfonos móviles y computadores portátiles, y sus nuevas acepciones, encuentran en los diversos universos humanos. La posibilidad de obtener libros, vídeos, música, prensa, en un pequeño dispositivo, aunque aumenta hasta el infinito las posibilidades de lectura reduce también las necesidades comunicativas tradicionales, y entre estas la lectura tiene un papel predominante. No creo que lo más imperativo de esta crisis sea la imposición de un “nuevo” objeto libro, y sí la exigencia de un hábito de lectura fragmentado que va en contra de la profundidad y del gusto por la lectura. Esta es la época del “disgusto” por la lectura, realidad pasmosamente evidente en el universo de la niñez.
En mi país Cuba, donde los índices de educación fueron significativamente altos en las últimas décadas, y al menos, estadísticamente continúa siendo así, es evidente el analfabetismo funcional que padece gran parte de la población, visto a través de la ausencia de estrategias críticas de lecturas, paradigmas obsoletos y carencia de acceso a las nuevas tecnologías de la información. A pesar de que el último fin de semana,  Gobierno cubano, afirmó a través de La Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) en su sitio web que en el 2011 habían en la Isla 2,6 millones de usuarios en línea, en comparación con 1,8 millones del 2010, el acceso a Internet sigue restringido en un país en que el Gobierno monopoliza las comunicaciones y controla la economía. Cuba reporta el uso de intranet como internet, a pesar de que el uso de la red de redes es limitado por el Gobierno que es quien emite permisos para su uso. Según el reporte oficial, los cubanos que acceden a una intranet controlada por el Gobierno aumentaron más de un 40 % en el 2011, en comparación con el año anterior. [6]
Esta aparente digresión, me ayuda a ejemplificar cuán lejos está nuestra sociedad de los posibles paradigmas que explica Bernedo en su artículo, pero no resulta del todo extraño el ámbito descrito: los productos multimedia navegan entre los nuevos “lectores” cubanos de manera ilegal y con pocos criterios de selectividad entre los pendrive o memoria flash; los libros digitales más conocidos son replicas en Pdf., o transcripciones en Microsoft Word, pero el verdadero problema es la lectura. La crisis más urgente no sería, a mi juicio, la pérdida del objeto libro, o su remplazo digital, y sí la pérdida de la lectura tradicional para ser sustituida por una fragmentación del conocimiento que no consigue multiplicarlo y sí disminuirlo.
Las nuevas generaciones nacidas con la jerarquía de lo digital, viven su soledad compartida con un niño que juega o interactúa  a miles de kilómetros de distancia. Mi hijo mayor, me aclaraba hace unos días el punto de mi atraso, al reclamarle yo en un buen tono que no había completado la lectura del nuevo libro de su autor preferido, obsequiado por mí en su último cumpleaños: No te apures, papá, la vida es así, no somos iguales, para qué voy a leer un libro si puedo usar tu computadora. Allí está todo lo que yo necesito. Y lo que él necesita no es precisamente una versión digital del texto que antes le he obsequiado impreso. El concepto de soledad ha cambiado al infinito, pero el trueque puede que no sea para bien.

Osvaldo Gallardo González



[1] El “periodo especial en tiempos de paz” decretado por el Gobierno frente a la caída del campo socialista y la disolución de los créditos económicos  favorables que obtenía Cuba de esos países propiciaron una crisis económica total, la alimentación se convirtió en un problema de sobrevivencia.
[2] Proceso de gran crueldad que significó la reconcentración en determinadas zonas del campesinado cubano en la época de la segunda guerra de independencia contra España, protagonizado por Valeriano Weyler, trajo como consecuencia miles de pérdidas de vidas humanas y una hambruna generalizada.
[3] Publicado en La Tercera, Santiago de Chile, domingo 18 de julio de 2010.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Boletín digital: Cubaencuentro.com. Jueves 14 de junio de 2012.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Hermosa réplica por el Camagüey

Mirtha González, mujer hermosa y amable y exquisita, escritora tierna como si fuera poco, me ha hecho una hermosa réplica a un texto desproporcionado e irreverente que he escrito sobre mi querido Camagüey, pues “como buen romántico en su nave, según anda natura así va la ronda de mi espíritu” (aclaré ya en la presentación de este blog) y mis días estos de la escritura no han sido buenos, digamos que mi Mr. Hyde escribió la pedante croniquilla. Por demás agradezco al infinito sus palabras que sé sinceras como las de Alejandro González, poeta también,  quien me recuerda una peña llamada como el primer sintagma del título del blog, La Nave de los Locos, y que no hago hace algún tiempo, pues ella, como mi luz en la ciudad, necesita renovarse. Gracias a ambos por haber navegado conmigo en esos ratos de poesía, y gracias a Facebook, que a pesar de las críticas de todos los mortales navegantes que somos, nos mantiene en el sueño de navegar juntos en toda la poesía, a pesar de la distancia, los desmanes y otras infelices certidumbres. Un abrazo enorme,

Osvaldo

 

Comentarios en Facebook:

Mirtha González:  Debo confesar que me aturden los códigos que aparecen para hacer comentarios en los sitios y páginas web. Casi nunca logro adivinarlos. ¿Seré en realidad un robot y no me he enterado? De cualquier manera quiero publicar aquí el que hice en La nave de los Locos, en la isla oculta, además de testimoniar a Osvaldo Gallardo González mi amistad y cariño de siempre, que van unidos a mi admiración por su poesía. No pude felicitarlo el día de su cumpleaños porque no me dejó el huracán Isaac. Hoy, leyendo el blog quise dejar aquí el comentario, por si no sale allá, e invitar a mis amigos a que lo visiten.
Este es el comentario: Más que ciudad medieval, es Camaguey una ciudad mítica, diferente y apacible. Aún le debo a Espino las fotos tomadas en esa Plaza del Carmen, irrepetible... Una ciudad que enamora y besa en cada visita. No la he visto aburrida, quizás por frecuentarla en tiempos de bullicio. Parte de esa isla oculta que nos acompaña como un fantasma bendito a cuanto lugar vamos... parte de nuestras vidas y recuerdos, y de las excelentes personas que la habitan. Tierra de poetas y soñadores: como Osvaldo Gallardo, Niurky Pérez, Lionel, Geovannys, Curbelo y tantos más... amigas como Aracely que tanto ha hecho por la literatura... gracias al poeta que sostiene la fe en esta ciudad, y por recordarme ese rinconcito de la feria donde hacíamos aquellas lecturas, otra Nave de los locos tripulada por estos mágicos hacedores de la palabra. Gracias, porque Camaguey vive dentro de cada uno de nosotros, más allá de sus calles y sus plazas... más allá de cualquier distancia pasajera.

 

Alejandro González: Gracias, Mirtha, por esas palabras tan bonitas a todos los tripulantes de La Nave...y a nuestra Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, -lo digo por la parte que me toca-, Nave de la que ya formas parte también junto a tantos otros amigos(as) que alguna vez han navegado con nosotros, desde aquel primer "puerto" en el Casino Campestre de la ciudad, junto a la fuente del Cisne, pasando indistinta y efímeramente en su periplo en estos más de 10 años por otros "puertillos" del entorno citadino hasta echar anclas (mientras no zarpa nuevamente) en su "muelle" actual: la UNEAC. Gracias por tu amistad, por ser MIRTHA. Lo digo a nombre de tus amigos camagüeyanos, aunque estas palabras debían ser de Osvaldito. Las de él, sin dudas, las tendrás. Fue solo un adelanto, hasta que él venga. Un abrazo fraterno, amiga.

 

Mirtha González:  Gracias a ti y a todos los camagüeyanos por hacer de esa ciudad lo que es hoy: la armonía entre la historia y la tradición con los aires de librepensamiento de hoy; vórtice de la cultura actual y más auténtica... he recibido mucho amor de ustedes, porque la ciudad es también lo que hacen sus hijos. Mi deuda es infinita, créeme. Solo desearía por estar alguna otra vez en ella, y disfrutar de un hermoso atardecer en ella. Un abrazo, hermano.
15 de septiembre de 2012

lunes, 10 de septiembre de 2012

Instrucciones para morir en invierno (a pesar del calor)

XVII

Hace apenas dos noches, he pactado con el animal que rumiaba los rincones olvidados de mi cuerpo. Conversamos, cosa extraña, como dos humanos sensatos y adultos, enfrascados en compartir unas cuantas palabras y un mismo espacio material. Yo procuro no alterar su necesidad de alimentarse a todas horas de cuadrúpedos menores, sus cacerías nocturnas después de media noche, su manera de agredir y poseerme. Él respeta mi debilidad por el té de Chipre, las películas silentes de Buster Keaton y las tragedias de Shakespeare. Hemos pensado que algo inmortal se trama en este juego ajeno a nuestras voluntades de animal y hombre, pero (sospecho) en la postrera circulación del tiempo, el uno devorará al otro sin penas ni rencores, y quedará reinando en ese lugar tramado a garras y manos, a dos voces distintas, a un mismo lamento.

 

XVIII

Las mañanas de agosto traen un sol nuevo que inunda la biblioteca y los recovecos de la casa, espectros de luces dispuestos a penetrar el silencio de mis libros, y tras ese contacto entre la luz de la vida y la materia de los sueños, un murmullo, un quejido, un gesto. Al entrar en la estancia algo se ha conformado ya con el sonido del aire y las palabras que recién despiertan, más allá del tiempo y las formas primarias de la muerte. Así sorprendo en un descuido a don Alonso Quijano sentado a mi mesa, aconsejando al buen Sancho. Al príncipe danés, improvisando un desconsolado monólogo, exclamando bajito “to be or not to be”. He visto a Horacio Oliveira parado en una esquina de la rue de Saint Germain, y a la Maga tratando de llorar por su Rocamadour muerto. No es todo, pero, ¿de qué vale salir a la calle y pregonar que habitan nuestras horas, y comparten el espacio de la vida al instante de tomar el té, el baño, la sinrazón y la utopía?

 

Obdulio Fenelo

 

(Tomado de Quemar las naves, Ácana, 2003)

 

 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Oh Camagüey

Una ciudad medieval en los tiempos de la fiebre y el desamor

 

Camagüey me parece por estos días más medieval; fundada en el “renacimiento” europeo -no podemos olvidar que el español-  y no por esta razón es renacentista. Su centro lleno de callejuelas laberínticas recuerda esas urbes de murallas altas y senderos estrechos. El pueblo donde nací parece ahora en la memoria mucho más moderno, con sus edificios del siglo veinte y sus bohíos, que en Cuba parecen ser incluso del futuro. Claro que mí pueblo va desapareciendo de a poco en su futuro que no llega… Pero es Camagüey quien interesa ahora:

Los patricios no construyeron grandes casas pero sí grandes templos, adustos y solemnes. Frente a la casi opulencia de algunos paseos y plazas, establecimientos comerciales y casas que pierden su identidad arquitectónica a fuerza de dinero, Camagüey sigue siendo una ciudad medieval, camino por la “Popular” o “Lope Recio” y casi siento que gritan “agua” desde antaño y la altura. Hay mierda en las aceras, animales muertos que se irán desintegrando poco a poco, basura de dos días que no es recogida. “Estrada Palma” (“Ignacio Agramonte”) ha cerrado sus puertas, de las que sale por debajo una fumata gris… el local está cerrado pues han fumigado contra los mosquitos, Ah Finlay, en tu calle también habrá mosquitos, esos de la fiebre.

Me da fiebre mi ciudad, es bella, lo dicen los transeúntes y los amigos que vienen de tan lejos: “Tiene un sabor medieval muy interesante”, me dice docto un sacerdote argentino, “Y eso, padre, que no la ha caminado por las noches…”

Ya lo dijo Guillén en los medievales años 30 del pasado siglo, Camagüey podrá ser muy histórica, muy legendaria, pero después de las nueve de la noche, no hay ciudad más aburrida que esta… Me gustaba repetir también con Nicolás que Camagüey es tan aburrida que ni los ciclones pasan por ella, claro que Ike en el 2008 me contradijo abundantemente, en cuanto a ciclones prefiero el letargo.

Osvaldo Gallardo González

 

 

¿Camagüey o la otra ciudad?

Esta ciudad que no aprende a perdonar…

 

Osvaldo me pide que escriba algo y yo le contesto que estoy en eso. Ya vengo planeando infinidades de comentarios, críticas y necrologías sobre escritores. “Mándame algo”, insiste Osvaldo, y me esfuerzo en parecer seguro, decidido a ser un bloguero serio, que no queda en el camino como muchos otros, pero lo cierto es que llevo días diluido, ágrafo, sin sazón. Miro los noticieros y no me convence ningún titular, ninguna esperanza, ni siquiera la más reacia de las críticas. He querido escribir de ciertas muertes (Carlos Fuentes, Gore Vidal) y solo sale tristeza. Busco desesperado alguna revista que siempre me ayudan a motivarme: La gaceta de Cuba, La Letra del escriba, El Cuentero... Nada. Tampoco llega ya el suplemento Pérgola del Bilbao, único periódico extranjero (hasta donde conozco) autorizado a entrar en Cuba de forma masiva por correo postal, que nos mantenía, a los que no tenemos internet, más o menos actualizados sobre las novedades editoriales y los autores publicados en la madre patria. Gusto de saber cómo se va moviendo la literatura, qué piensan los escritores, cómo se engañan los críticos. Busco en los estanquillos y no encuentro, a veces llego tarde a las publicaciones, casi siempre ellas llegan tarde a mí. ¿Qué hacer? Sacar libros al azar del librero a ver qué pasa. Sé que cuando me dejo arrastrar por el sentimiento suelo animarme. No sucede esta vez. No pueden salvarme ni Henry James, ni Mujica Lainez, ni Milan Kundera. Todo aburre, sabe mal. Tal vez sea yo, tal vez esta ciudad que no aprende a perdonar, que nunca llora.

Obdulio Fenelo

 

Un poema optimista en estos tiempos del cólera

Salmo en beneficio del amigo

 

Para todos, por supuesto

 

Dios me dijo antes de llegar:

Ve al camino.

Y su dulce destierro es mi consuelo y mi afrenta,

la ilusión que corre en la mañana por la sangre

y el íntimo desfallecer de oscuridad que amo.

Dios me dijo:

Verás la luz,

y atormentado escaparás de su entelequia.

La súplica de la derrota será el tamo para calmar tu sed.

Un albor perenne fustigará tus granos.

Ya sé todo.

Este ritmo de sordina, lo sabe.

Aquella ronda que dejé hace tiempo, lo sabe.

La mujer lejana que me espera, también.

Ya sé todo.

En el caos

escojo el sigilo de mi amigo.

Dios tiene con él mi mayor garrote.

Él guarda para mí el cimbrado de la sangre

que no acude

y la fosca maniobra de la ley.

La ley que me acusa su observancia.

La ley que es una estrella rutilante

y un manojo de sal

en esta herida de mi cuerpo.

A mi amigo lo encontré primero,

venía siempre conmigo,

venía desde lejos y lo vi.

Ya sé todo.

Prefiero esa hiladura quebradiza,

barca con frágil timonel

que lucha con las olas

del destierro de Dios.

En el caos

escojo el sigilo de mi amigo.

 

Osvaldo Gallardo González

 

(Tomado de Diálogo sin luz, Ed. Ácana, Camagüey, 2009)