viernes, 12 de octubre de 2012

(Casi últimas) Instrucciones para morir en invierno

XIX

Está bien que diciembre traiga su agonía y el sol ya no se plante como un Buda encendido al fondo de la calle. Que alguien queme la alegría en la añoranza de la nieve, y llegue don Pascual de Alaska a visitarnos (el patrón de los hombrecitos de hielo). Yo me esconderé por noventidós días en la aldea de mis libros, rodeado por querubines sonrientes, hasta que una voz descubra la llegada de la primavera y me haga retornar, adormecido, a inventarme las labores de la lluvia y sus desdichas.

 

XX

Soy un extraño, y la extrañeza me hace padecer otras variantes del asombro. Gusto de deslizarme hasta el centro del patio, y contemplar la casa desde lejos, como una concha gigante que respira lentamente. Después debo regresar o perderme. Pueden arder mis libros, volar mis escritos. No será ya mi sangre circulando, la conversación a media noche. Soy un extraño.  Todos lo notan en la casa: el viejo reloj inventa un gesto lastimoso y a la seis en punto me invita a maldecirme. Comprendo, sólo esto soy, otro objeto que maldice, un desconocido que ha extraviado la palabra y no se acostumbra a las sombras

 

XXI

He aprendido a rodearme de las cosas que me gustan: una reproducción de Sir Anthony Van Dyck, la colección Clásicos Jackson y media docena de discos, todos jazz de la época dorada, cuando Louis Armstrong y King Oliver se enredaban en duelo de ángeles poseídos en un bar de New Orleans. Los descubrí en un puesto por la calle Independencia, donde se venden objetos usados. Me sorprendió el viejo vendedor al hablarme de Billie Holiday como una amiga cercana: “Esa música murió con ella, al igual que una parte de mí”. Lo cierto es que aún preciso estos objetos melancólicos para espantar todo lo leve y hambriento, la tristeza en que me pierdo y me rebelo. Pero ahora, estoy seguro, puede llegar la muerte a combatirme sin rémora o zozobra. Quedaré esperando tranquilo, acumulado y soso, decidido a cumplir la paz de vida custodiado por mis fantasmas.

 

Obdulio Fenelo Noda

De Quemar las Naves, Ácana, 2002