Mercado del Libro en Cuba ¿entre la utopía y el destino trágico?
Le prometí a Osvaldo que antes de que acabara el año me adentraría en el tema. Al principio pensé publicar las notas escritas hace algún tiempo, las que titulé El escritor cubano ante el mercado del libro nacional e internacional. Luego reconsideré la decisión. Es un asunto demasiado complejo, polémico, medular, como casi todos los relacionados con la política cultural cubana, para reducirlo solo a consideraciones personales por válidas que sean. Entonces surgió la idea de un enfoque más amplio. Nos interesaba saber la opinión de los propios escritores, en especial narradores residentes en distintas zonas de Cuba, así como la de editores, investigadores y directivos de Instituto Cubano del libro. Nos hubiese gustado conocer también la otra cara del problema, la voz del lector, pero lamentablemente por ahora una encuesta masiva tendrá que esperar. Confeccionar un cuestionario sintético y abarcador a la vez no es tarea fácil. No obstante, asumiremos el reto y convocaremos a parte de los involucrados en el suceso, en un intento por llevar a debate, en momentos de transformaciones económicas en el país, una arista de nuestro mundo cultural que va más allá de la propia literatura y que tiene implicaciones políticas, históricas, sociales, artísticas y económicas.
Miradas oblicuas en la narrativa latinoamericana contemporánea, libro publicado por Iberoamericana en el 2009, recoge artículos y ensayos de escritores y ensayista reconocidos, y dentro de los textos compilados aparece “El lobo, el campo literario y el hombre nuevo”, de Ronaldo Menéndez. Mirada incisiva y polémica a la situación del escritor cubano (los narradores esencialmente) ante lo que él define como “campo literario internacional”. Entre los mitos que, según enumera, fomenta el escritor cubano que vive en Cuba respecto los mecanismos del mercado internacional, está: “El mito-enajenación de que el mercado corrompe la literatura y la gran obra se hace en recalcitrante soledad por uno y para uno, y viva Kafka: se tiende a pensar que toda gran obra tarde o temprano va a ser descubierta y a triunfar. Quizás eso ocurría mucho en otros tiempos (aunque no estoy tan seguro, puesto que de lo no rescatado nada se sabe por definición). Siendo optimista, no creo que muchos quieran hoy ser descubiertos demasiado tarde, a lo Compay Segundo. Además, suponer que una gran obra es por naturaleza, solo para minorías y reacia al mercado, es como pensar que, porque existe un sujeto que además de inteligente es tartamudo, para poseer una auténtica inteligencia es necesario tartamudear”. Y más adelante agrega: “Nada de lo afirmado anteriormente implica un menoscabo de las obras (se refiere a la de los escritores cubanos) dentro y fuera de Cuba. Para ir terminando, dentro de la Isla se escribe bien, se tiene mucho tiempo libre, se accede al circuito editorial sin pasar por los aberrantes filtros del mercado, y a ningún escritor le preocupa cuántos libros vende. Esto, como ya se ha apuntado tiene sus innegables peligros, pero también contribuye al fomento, protección y promoción de buenas obras literarias”.
En octubre del 2011 el escritor Leonardo Padura, entrevistado por Rafael Grillo en Isliada.com a propósito de la publicación de El hombre que amaba a los perros, mencionaba como una de la razones por lo que (a opinión de Grillo) la literatura cubana actual estaba siendo ninguneada por el mercado y la crítica internacional, “la falta de un mercado del libro, con sus horrores y virtudes, pero que ayude de alguna manera a ubicar las cosas en su sitio, del modo medio ilógico en que lo hace, pero haciéndolo. Sencillamente no puede haber una proyección internacional de la literatura cubana sin ese mercado…”
El treinta de diciembre de aquel mismo año Marilyn Bobes publica en el periódico Granma el artículo “Necesidad o coyunda para el escritor”, y entre sus consideraciones están las siguientes: “Discrepo con algunos escritores que consideran saludable la exigencia mercantil de publicar. El acto de la escritura no puede estar relacionado con las demandas de un agente literario o de un editor. Debe obedecer a las necesidades de expresión de cada autor (…) Si bien la dictadura del mercado es un mal cuya tentaciones debemos evitar, la total indiferencia por él es, de la misma manera, un síntoma de narcicismo y de derroche que, en los tiempos que corren, se puede volver contra la nobleza de nuestros objetivos: hacer del cubano un pueblo más culto”.
En febrero del 2012, Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro, fue entrevistada por José Luis Estrada Bentancourt para Juventud Rebelde. “Todo parece indicar -le comenta el periodista- que la gestión comercial se ha visto a veces como un tabú…” Zuleica, que viene hablando de la importancia de las Ferias del Libro y de algunos cambios en los mecanismos de trabajo relacionados con racionalidad y la comercialización, responde: “En Cuba el libro nunca será mercancía en primer lugar, sino siempre en último. Lo que pasa es que nosotros no tenemos el derecho a malgastar los recursos que el país dispone para que produzcamos libros, y darnos el lujo de mantenerlos en un almacén. Por tanto, la gestión comercial hay que hacerla bien, no porque nos vayamos a convertir ahora en los mercaderes del libro, sino porque debemos aprovechar los recursos que se están sacando del torrente sanguíneo para que haya ferias como esta”.
Quisimos exponer estas opiniones, a manera de introducción, por sus diferentes puntos de vista. Es de esperar reacciones a favor o en contra, y, lo más importante, razonamientos que profundicen y enriquezcan. Vendrán, estoy seguro, infinidades de criterios que a su vez provocaran viejas y nuevas preguntas. Por el momento dejo suelta algunas interrogantes a modo de provocación:
¿Sería beneficioso o perjudicial para la literatura cubana la instauración de un mercado del libro real?
¿Cuánto más podrá sostenerse el actual sistema de fabricación y comercialización del libro, dentro del actual proceso de cambios en la esfera económica por el que atraviesa el país?
¿Estarían los escritores dispuestos a soltar la “teta” del estado?
¿Estaría el estado dispuesto a soltar la editoriales como entidades o cooperativas (palabra de moda) independientes?
¿Quién perdería más con la llegada de un mercado un mercado libro, ¿los lectores o los escritores?
¿Si es cierto que el mercado condiciona y “fabrica” lectores, cómo es posible que en Cuba, dónde no se publican los libros estrellas de la mercadotecnia internacional (novelas rosas, policiacos a lo El código Da Vinci, aventuras como las de Harry Potter o de mística-autoayuda como los de Paulo Coelho entre otros), sean tan buscados y leído?
¿Necesitan, como considera Padura, los escritores de un mercado del libro para ubicarse definitivamente en el mapa de la literatura mundial?
Obdulio Fenelo
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