Hace unos días, tuve el gusto de recibir, en su Camagüey natal, a Jesús David Curbelo, poeta y amigo. En una conferencia que pronunció sobre un tema literario me llamó la atención su afirmación de que las quejas poéticas siempre son contra el Padre, o sea contra Dios. Este poema que les entrego hoy me hace confirmar su inspiración. Este es un poema sobre el exilio físico de la tierra a la que pertenecemos y del paraíso al que queremos pertenecer, esa nostalgia primera cabe toda en estos versos.
Osvaldo Gallardo
Certeza de soledad
Para Ibis y Any que siempre vuelven
Solo soy yo cuando estoy solo
MIGUEL HERNÁNDEZ
Cuando la soledad es el camino
se tuerce el equilibrio.
Pero la soledad también padece del amor:
que lo digan los olivos de Getsemaní.
Yo que padezco el amor en mi camino
siempre he estado solo.
Esperé el día de la venida de mi hijo,
alguien habló a mi diestra,
pero mi hijo nació y yo estaba solo.
Solo, como Abraham, con el puñal de obsidiana:
Yo, testigo mudo,
recibí a mi hijo
como quien revela el destino de su error.
Ese día acudí a la muerte de la eternidad
para mi hijo.
Mi hijo murió para el silencio
y dejó de ser el plan eterno
en el regazo de Dios,
y en la alegría de mi sueño.
Mi hijo nació y estaba solo.
Mi hijo fue verdad y estuve solo.
Ese día supe que debía escapar
y la certeza confirmó la irrevocable soledad.
Debía escapar de mí y de los otros.
Escapar, siempre escapar,
de la certeza de ser solo.
Estuve frente al ara en el día de mis bodas.
Estuve solo frente a la indisoluble soledad.
En la luz y en la sombra de mi amor,
en la salud o enfermedad del compromiso,
estaré solo.
En la vida y en la muerte de mi amigo,
en la enfermedad de mi hermana y de mi padre,
aun en el abrazo y el llanto de mi madre,
he estado solo.
He estado solo en la felicidad y en el dolor,
en la despedida y el recibimiento.
Al marcharse la familia
sentí la soledad más recia.
Pero nunca fui más solo
que en la baldía certeza del regreso.
Abrazar al que vuelve
es saber que hay maneras de morir,
aun más absurdas
que el homicidio o el accidente.
La tragedia es morir y no ser muerto.
La tragedia es ser solo y no saberlo.
Nunca fui más solo
que inmerso en el tumulto,
en la elección de la verdad o la mentira,
en la renuncia del silencio.
Nunca fui más solo
que ante el designio de tu voz
y de tus ecos.
Cuando elegí,
si comprendí o participé,
estuve solo
En el juicio estaré solo.
He de responder por mi dolor,
mi felicidad o mi compromiso.
He de responder por mí
y por los otros,
a los que también dejaste en soledad.
Tú,
que eres la soledad,
has de saberlo:
Nací solo
y solo he de morir.
Solo
en mi soledad
he de salvarme.
(Tomado de Diálogo sin luz, Ácana, 2009)
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