Salmo en beneficio del amigo
Para todos, por supuesto
Dios me dijo antes de llegar:
Ve al camino.
Y su dulce destierro es mi consuelo y mi afrenta,
la ilusión que corre en la mañana por la sangre
y el íntimo desfallecer de oscuridad que amo.
Dios me dijo:
Verás la luz,
y atormentado escaparás de su entelequia.
La súplica de la derrota será el tamo para calmar tu sed.
Un albor perenne fustigará tus granos.
Ya sé todo.
Este ritmo de sordina, lo sabe.
Aquella ronda que dejé hace tiempo, lo sabe.
La mujer lejana que me espera, también.
Ya sé todo.
En el caos
escojo el sigilo de mi amigo.
Dios tiene con él mi mayor garrote.
Él guarda para mí el cimbrado de la sangre
que no acude
y la fosca maniobra de la ley.
La ley que me acusa su observancia.
La ley que es una estrella rutilante
y un manojo de sal
en esta herida de mi cuerpo.
A mi amigo lo encontré primero,
venía siempre conmigo,
venía desde lejos y lo vi.
Ya sé todo.
Prefiero esa hiladura quebradiza,
barca con frágil timonel
que lucha con las olas
del destierro de Dios.
En el caos
escojo el sigilo de mi amigo.
Osvaldo Gallardo González
(Tomado de Diálogo sin luz, Ed. Ácana, Camagüey, 2009)
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