domingo, 30 de junio de 2013

Guatemala: Eduardo Halfon

El boxeador polaco

Sabemos poco de la narrativa guatemalteca contemporánea. Conocemos algunos nombres y títulos virtuales, poco en físico. No es extraño entonces que se agradezca y devore lo poco que llega, aunque no siempre los autores, por diferentes motivos (todos entendibles) donen a Cuba lo mejor de su producción. Desconozco si El boxeador polaco, de Eduardo Halfon es una obra sobresaliente dentro su bibliografía, bastante extensa por demás pese a sus cuarentaiún años. Aquí me gana en primer lugar la novedad de la publicación, luego la manera tan diferente de contar que tienen nuestros colegas continentales con respecto a nuestra literatura. Halfon, incluido en el promocionado grupo Bogotá 39 (las nuevas caras de la narrativa latinoamericana después de los 90), parece pertenecer a esa corriente literaria que trafica con cuanto está a su alcance, incluyendo su propia vida, puesta a desnudo con nombre y apellido al proponerse como personaje narrador en las siete historias del libro. Sabemos de la ventajas del recurso (explotados por no pocos autores de valía) en términos de veracidad y conexión con el lector. El autor lanza el anzuelo “bajo palabra” y es como si confesara: Como me ocurrió, se los cuento. ¿Y qué nos queda si no creerle? Esta es una de las tendencias narrativas al uso: la autobiografía novelada, la crónica personal, la metaficción, alejada de los modelos clásicos del boom: el realismo mágico, lo real maravilloso, la metáfora colectiva. Prefieren el lenguaje claro y directo, en muchos casos coloquial, periodístico, a la complejidad narratológica de sus antecesores. Su patria es mundo, y sus protagonistas, cualquier hombre o mujer que desande una calle de Bogotá, Berlín, Santiago de Chile, New York o el D.F. Muchos nacen del camino abierto por grupos literarios como el Onda o el Crack, ambos mexicanos. El primero sumergido en los bajos mundos, el otro dispuesto a romper con la tradición, a asumir cualquier lugar del universo como propio. No pocos crecieron bajo influjo de la antología Macondo, donde según sus recopiladores Alberto Fuguet y Sergio Gómez, “El Macondo garciamarquiano ha sido sustituido por un ámbito urbano de comidas rápidas, malls gigantescos, computadoras y autos japoneses”.

Pero Eduardo Halfon se me antoja más cercano a Roberto Bolaño, eslabón solitario (convertido, después de su muerte y con toda justeza, en el primer referente de esta oleada), y no hay duda de que ha asimilado con soltura y cierta originalidad (si es que la palabra mantiene su valía en los tiempos que corren) sobre todo en piezas como Lejano y El boxeador polaco, muchos más elaboradas, sicológica y ficcionalmente hablando. En ambas aparecen personajes que alcanzan dimensiones literarias que, sin llegar a ser estruendosos los fragmentos de vida escogidos por el autor para contar ni los finales de estos, convencen en su descarnada sencillez. El mayor peligro que veo aquí son los referentes intertextuales, lugares comunes recurrentes a algunos escritores jóvenes del área: las referencias cinematográficas y musicales, la visita a espacios históricos como los Campos de Concentración alemanes o la caída del muro de Berlín y la Unión Soviética. De cualquier manera Casa de las Américas sigue peleando por divulgar la literatura de Latinoamérica tan cerca y tan distante a la vez, pero sin duda necesaria.

 

Obdulio Fenelo Noda

 

 

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