sábado, 7 de julio de 2012

A propósito del Ahmel Echevarría y el Ítalo Calvino

De premios, novelas y novísimos

 

Ahmel Echevarría acaba de ganar el concurso Ítalo Calvino de novela, y el hecho, teniendo en cuenta la juventud del autor, no deja de sorprender. El Ítalo es de los premios más cotizados en el país, pues además de la remuneración en pesos cubanos convertibles (CUC) incluía (no sé si se mantiene con esto de la crisis en la zona euro) un viaje promocional a Italia, todo bajo el auspicio de la Fundación ARCI, y ya sabemos las moscas extraliterarias que pueden rondar y hacer apestar este tipo de pasteles. Considero a Ahmel un escritor serio, trabajador, que no parece tener la premura artística de muchos de sus contemporáneos, por la tanto las preguntas que me provoca la noticia nada tienen que ver con la calidad literaria del premiado, sino con las expectativa cumplidas a medias de una generación.

Llama la atención que gran parte de los últimos premios de novela hayan recaídos en escritores anteriores o posteriores al nacimientos de los llamados “novísimos”. Traigo a colación la referencia a los “ahijados” de Redonet  (no todos estuvieron en su famosa selección Los últimos serán los primeros), porque pensé que a estas alturas estarían dominando el panorama novelístico cubano, como lograron hacerlo con la cuentística a todo los niveles. Sin embargo, tengo la impresión de que no ha sido así. Estos autores están en una edad ideal para el género (entre los cuarenta y los cincuenta años), en plena madurez narrativa, y cuando hecho la ojeada a vuelo de pájaro sobre el currículo de la mayoría de ellos, la novela se resiste. Pocos sobrepasan las dos novelas, y algunos no han podido superar ni cualitativa ni cuantitativamente su primera obra. Por la poca información que llega, parece ser que los más prolíferos del grupo están fuera de Cuba (¿Amir Valle? ¿José Manuel Prieto? ¿Ronaldo Menéndez? ¿Karla Suárez?), lo que no quiere decir que sean los más talentosos, aunque haya casos donde pudieran coincidir ambas cosas. Las exigencias de un mercado que prioriza la novela sobre otros géneros seguro condiciona bastante, pero no estoy seguro que sea la principal causa. Ena Lucía Portela, la más joven de todos, es la rara avis del panorama nacional: con cuarenta años tiene cuatro. Sin dudas, el problema merece un análisis más profundo que supere este insípido comentario. Veremos si me animo más adelante o alguien me calla la boca para siempre.   

Obdulio Fenelo

 

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