
Dos miradas narcisistas que desde la literatura pretenden vislumbrar los chillidos épicos del mundo. Dos pretextos para exorcizar el tedio y sumarnos a las porfías y los vaivenes de la cultura nacional. Dos náufragos del ciberespacio, desde el furtivo Camagüey, al centro-este de una Isla no menos oculta.
lunes, 17 de septiembre de 2012
Internet y la lectura en Cuba
sábado, 15 de septiembre de 2012
Hermosa réplica por el Camagüey
Mirtha González, mujer hermosa y amable y exquisita, escritora tierna como si fuera poco, me ha hecho una hermosa réplica a un texto desproporcionado e irreverente que he escrito sobre mi querido Camagüey, pues “como buen romántico en su nave, según anda natura así va la ronda de mi espíritu” (aclaré ya en la presentación de este blog) y mis días estos de la escritura no han sido buenos, digamos que mi Mr. Hyde escribió la pedante croniquilla. Por demás agradezco al infinito sus palabras que sé sinceras como las de Alejandro González, poeta también, quien me recuerda una peña llamada como el primer sintagma del título del blog, La Nave de los Locos, y que no hago hace algún tiempo, pues ella, como mi luz en la ciudad, necesita renovarse. Gracias a ambos por haber navegado conmigo en esos ratos de poesía, y gracias a Facebook, que a pesar de las críticas de todos los mortales navegantes que somos, nos mantiene en el sueño de navegar juntos en toda la poesía, a pesar de la distancia, los desmanes y otras infelices certidumbres. Un abrazo enorme,
Osvaldo
Comentarios en Facebook:
Mirtha González: Debo confesar que me aturden los códigos que aparecen para hacer comentarios en los sitios y páginas web. Casi nunca logro adivinarlos. ¿Seré en realidad un robot y no me he enterado? De cualquier manera quiero publicar aquí el que hice en La nave de los Locos, en la isla oculta, además de testimoniar a Osvaldo Gallardo González mi amistad y cariño de siempre, que van unidos a mi admiración por su poesía. No pude felicitarlo el día de su cumpleaños porque no me dejó el huracán Isaac. Hoy, leyendo el blog quise dejar aquí el comentario, por si no sale allá, e invitar a mis amigos a que lo visiten.
Este es el comentario: Más que ciudad medieval, es Camaguey una ciudad mítica, diferente y apacible. Aún le debo a Espino las fotos tomadas en esa Plaza del Carmen, irrepetible... Una ciudad que enamora y besa en cada visita. No la he visto aburrida, quizás por frecuentarla en tiempos de bullicio. Parte de esa isla oculta que nos acompaña como un fantasma bendito a cuanto lugar vamos... parte de nuestras vidas y recuerdos, y de las excelentes personas que la habitan. Tierra de poetas y soñadores: como Osvaldo Gallardo, Niurky Pérez, Lionel, Geovannys, Curbelo y tantos más... amigas como Aracely que tanto ha hecho por la literatura... gracias al poeta que sostiene la fe en esta ciudad, y por recordarme ese rinconcito de la feria donde hacíamos aquellas lecturas, otra Nave de los locos tripulada por estos mágicos hacedores de la palabra. Gracias, porque Camaguey vive dentro de cada uno de nosotros, más allá de sus calles y sus plazas... más allá de cualquier distancia pasajera.
Alejandro González: Gracias, Mirtha, por esas palabras tan bonitas a todos los tripulantes de La Nave...y a nuestra Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, -lo digo por la parte que me toca-, Nave de la que ya formas parte también junto a tantos otros amigos(as) que alguna vez han navegado con nosotros, desde aquel primer "puerto" en el Casino Campestre de la ciudad, junto a la fuente del Cisne, pasando indistinta y efímeramente en su periplo en estos más de 10 años por otros "puertillos" del entorno citadino hasta echar anclas (mientras no zarpa nuevamente) en su "muelle" actual: la UNEAC. Gracias por tu amistad, por ser MIRTHA. Lo digo a nombre de tus amigos camagüeyanos, aunque estas palabras debían ser de Osvaldito. Las de él, sin dudas, las tendrás. Fue solo un adelanto, hasta que él venga. Un abrazo fraterno, amiga.
Mirtha González: Gracias a ti y a todos los camagüeyanos por hacer de esa ciudad lo que es hoy: la armonía entre la historia y la tradición con los aires de librepensamiento de hoy; vórtice de la cultura actual y más auténtica... he recibido mucho amor de ustedes, porque la ciudad es también lo que hacen sus hijos. Mi deuda es infinita, créeme. Solo desearía por estar alguna otra vez en ella, y disfrutar de un hermoso atardecer en ella. Un abrazo, hermano.
15 de septiembre de 2012
lunes, 10 de septiembre de 2012
Instrucciones para morir en invierno (a pesar del calor)
XVII
Hace apenas dos noches, he pactado con el animal que rumiaba los rincones olvidados de mi cuerpo. Conversamos, cosa extraña, como dos humanos sensatos y adultos, enfrascados en compartir unas cuantas palabras y un mismo espacio material. Yo procuro no alterar su necesidad de alimentarse a todas horas de cuadrúpedos menores, sus cacerías nocturnas después de media noche, su manera de agredir y poseerme. Él respeta mi debilidad por el té de Chipre, las películas silentes de Buster Keaton y las tragedias de Shakespeare. Hemos pensado que algo inmortal se trama en este juego ajeno a nuestras voluntades de animal y hombre, pero (sospecho) en la postrera circulación del tiempo, el uno devorará al otro sin penas ni rencores, y quedará reinando en ese lugar tramado a garras y manos, a dos voces distintas, a un mismo lamento.
XVIII
Las mañanas de agosto traen un sol nuevo que inunda la biblioteca y los recovecos de la casa, espectros de luces dispuestos a penetrar el silencio de mis libros, y tras ese contacto entre la luz de la vida y la materia de los sueños, un murmullo, un quejido, un gesto. Al entrar en la estancia algo se ha conformado ya con el sonido del aire y las palabras que recién despiertan, más allá del tiempo y las formas primarias de la muerte. Así sorprendo en un descuido a don Alonso Quijano sentado a mi mesa, aconsejando al buen Sancho. Al príncipe danés, improvisando un desconsolado monólogo, exclamando bajito “to be or not to be”. He visto a Horacio Oliveira parado en una esquina de la rue de Saint Germain, y a la Maga tratando de llorar por su Rocamadour muerto. No es todo, pero, ¿de qué vale salir a la calle y pregonar que habitan nuestras horas, y comparten el espacio de la vida al instante de tomar el té, el baño, la sinrazón y la utopía?
Obdulio Fenelo
(Tomado de Quemar las naves, Ácana, 2003)
domingo, 9 de septiembre de 2012
Oh Camagüey
Una ciudad medieval en los tiempos de la fiebre y el desamor
Camagüey me parece por estos días más medieval; fundada en el “renacimiento” europeo -no podemos olvidar que el español- y no por esta razón es renacentista. Su centro lleno de callejuelas laberínticas recuerda esas urbes de murallas altas y senderos estrechos. El pueblo donde nací parece ahora en la memoria mucho más moderno, con sus edificios del siglo veinte y sus bohíos, que en Cuba parecen ser incluso del futuro. Claro que mí pueblo va desapareciendo de a poco en su futuro que no llega… Pero es Camagüey quien interesa ahora:
Los patricios no construyeron grandes casas pero sí grandes templos, adustos y solemnes. Frente a la casi opulencia de algunos paseos y plazas, establecimientos comerciales y casas que pierden su identidad arquitectónica a fuerza de dinero, Camagüey sigue siendo una ciudad medieval, camino por la “Popular” o “Lope Recio” y casi siento que gritan “agua” desde antaño y la altura. Hay mierda en las aceras, animales muertos que se irán desintegrando poco a poco, basura de dos días que no es recogida. “Estrada Palma” (“Ignacio Agramonte”) ha cerrado sus puertas, de las que sale por debajo una fumata gris… el local está cerrado pues han fumigado contra los mosquitos, Ah Finlay, en tu calle también habrá mosquitos, esos de la fiebre.
Me da fiebre mi ciudad, es bella, lo dicen los transeúntes y los amigos que vienen de tan lejos: “Tiene un sabor medieval muy interesante”, me dice docto un sacerdote argentino, “Y eso, padre, que no la ha caminado por las noches…”
Ya lo dijo Guillén en los medievales años 30 del pasado siglo, Camagüey podrá ser muy histórica, muy legendaria, pero después de las nueve de la noche, no hay ciudad más aburrida que esta… Me gustaba repetir también con Nicolás que Camagüey es tan aburrida que ni los ciclones pasan por ella, claro que Ike en el 2008 me contradijo abundantemente, en cuanto a ciclones prefiero el letargo.
Osvaldo Gallardo González
¿Camagüey o la otra ciudad?
Esta ciudad que no aprende a perdonar…
Osvaldo me pide que escriba algo y yo le contesto que estoy en eso. Ya vengo planeando infinidades de comentarios, críticas y necrologías sobre escritores. “Mándame algo”, insiste Osvaldo, y me esfuerzo en parecer seguro, decidido a ser un bloguero serio, que no queda en el camino como muchos otros, pero lo cierto es que llevo días diluido, ágrafo, sin sazón. Miro los noticieros y no me convence ningún titular, ninguna esperanza, ni siquiera la más reacia de las críticas. He querido escribir de ciertas muertes (Carlos Fuentes, Gore Vidal) y solo sale tristeza. Busco desesperado alguna revista que siempre me ayudan a motivarme: La gaceta de Cuba, La Letra del escriba, El Cuentero... Nada. Tampoco llega ya el suplemento Pérgola del Bilbao, único periódico extranjero (hasta donde conozco) autorizado a entrar en Cuba de forma masiva por correo postal, que nos mantenía, a los que no tenemos internet, más o menos actualizados sobre las novedades editoriales y los autores publicados en la madre patria. Gusto de saber cómo se va moviendo la literatura, qué piensan los escritores, cómo se engañan los críticos. Busco en los estanquillos y no encuentro, a veces llego tarde a las publicaciones, casi siempre ellas llegan tarde a mí. ¿Qué hacer? Sacar libros al azar del librero a ver qué pasa. Sé que cuando me dejo arrastrar por el sentimiento suelo animarme. No sucede esta vez. No pueden salvarme ni Henry James, ni Mujica Lainez, ni Milan Kundera. Todo aburre, sabe mal. Tal vez sea yo, tal vez esta ciudad que no aprende a perdonar, que nunca llora.
Obdulio Fenelo
Un poema optimista en estos tiempos del cólera
Salmo en beneficio del amigo
Para todos, por supuesto
Dios me dijo antes de llegar:
Ve al camino.
Y su dulce destierro es mi consuelo y mi afrenta,
la ilusión que corre en la mañana por la sangre
y el íntimo desfallecer de oscuridad que amo.
Dios me dijo:
Verás la luz,
y atormentado escaparás de su entelequia.
La súplica de la derrota será el tamo para calmar tu sed.
Un albor perenne fustigará tus granos.
Ya sé todo.
Este ritmo de sordina, lo sabe.
Aquella ronda que dejé hace tiempo, lo sabe.
La mujer lejana que me espera, también.
Ya sé todo.
En el caos
escojo el sigilo de mi amigo.
Dios tiene con él mi mayor garrote.
Él guarda para mí el cimbrado de la sangre
que no acude
y la fosca maniobra de la ley.
La ley que me acusa su observancia.
La ley que es una estrella rutilante
y un manojo de sal
en esta herida de mi cuerpo.
A mi amigo lo encontré primero,
venía siempre conmigo,
venía desde lejos y lo vi.
Ya sé todo.
Prefiero esa hiladura quebradiza,
barca con frágil timonel
que lucha con las olas
del destierro de Dios.
En el caos
escojo el sigilo de mi amigo.
Osvaldo Gallardo González
(Tomado de Diálogo sin luz, Ed. Ácana, Camagüey, 2009)